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miércoles, 6 de febrero de 2013

Primer capitulo.

Buenos días, tardes o noches a todo aquel que lea este primer capitulo de una nueva historia. La cosa es que se me ocurrió una historia nueva, a la par que la que ya llevo en la página principal, en el otro blog, y quiero ir comenzado a subir capítulos poco a poco. No prometo que sean semanalmente, pero si que iré subiendo uno cada poco tiempo por no haceros demorar. Muchas gracias por su atención, espero que disfruten de esta nueva historia, saludos.

Capitulo 1.


Era temprano, por no decir que eran al rededor de las cinco de la madrugada.
Todo estaba en calma y tranquilo. Todo en un sumo y sepulcral silencio en las calles, todo, menos un individuo algo extraño que se dedicaba sin ningún motivo a dar vueltas de un lado al otro de un callejón sin salida, como alma que lleva el diablo, como si algo se le hubiese perdido por aquel lugar. Y siempre con un rostro de concentración y a la vez de desasosiego absoluto.

Pasaban los minutos y el tiempo hasta que comenzó a asomar el sol tras uno de los edificios cercanos, dando a la ciudad sus primeros rayos del alba, y mientras tanto aquel hombre se dedicaba solo a dar vueltas una y otra vez en el mismo callejón. Siempre repitiendo las mismas acciones una y otra vez, que eran: mirar al fondo del callejón desde la mitad de este, mirar al cielo mientras camina, dar media vuelta suspirando, mirar al suelo cabizbajo y rascarse la nuca, llegar a la mitad del callejón, meterse las manos en los bolsillos y dar media vuelta, y tras esto de nuevo a empezar, como si fuese un bucle sin fin ni inicio.
Pero de improvisto, cambió la rutinaria marcha en círculos para mirar hacia el exterior del callejón. Agachó la cabeza y cabizbajo comenzó a acercarse ala salida de aquel callejón silencioso y oscuro del que solo los suspiros y pasos de aquel hombre, rompían toda tranquilidad.

Tras salir al exterior de aquel callejón, aquel individuo se fijó por unos instantes en la calle en la que estaba tras salir de aquel lugar oscuro y los rayos del sol pudieron iluminar bien, lo que era su rostro, sus vestimentas y su aspecto.
Tenía una mirada apagada pero con unos ojos de un color pardo intenso. Sus cabellos eran cortos y estaban desaliñados, pero los ocultaba bajo un viejo y desgastado gorro de invierno. Su rostro era joven, pero envejecido por el tiempo sin cuidarse, la barba irregular y mal recortada que lucía y sus ropas estaban algo deshiladas y manchadas. Llevaba una camiseta de color negro bastante sucia, una chaqueta grande que el venía aun más grande de lo que le debería que le hacia aparentar llevar la ropa de un gigante, aparte de que esta era de un color marrón agrisado por el tiempo. Y también colgado al cuello llevaba dos objetos, una especie de piedra de color roja y una bufanda de color gris medio rota y harapienta.
No era aquella la ropa ni las pintas de una persona que se cuidase, pero así era él.
Mientras que estaba en la entrada de aquel callejón un hombre algo mayor, vestido con sus ropas de domingo, camino de la iglesia le saludo con al mano y este se limitó a levantar la cabeza a modo de respuesta mientras veía al anciano andar.
Aquel vagabundo por llamarlo ya de algún modo estaba tranquilo y sereno, andando despacio por la calle a la que salió desde el callejón, como si andase de manera determinada hasta a algún sitio aunque siguiese el rumbo de sus paso, hasta que de golpe, se tropezó con un señor que andaba de camino a casa. 
El señor que volvía por lo visto a su casa llevaba  un traje negro con una corbata de un color ocre oscuro, unos zapatos de vestir bastante abrillantados y lucía unas gafas que por lo visto le  servían para la miopía  El pelo oscuro y repeinado hacia atrás, recogido en una pequeña coleta que más bien parecía un moño y tenia una mirada intensa y de ojos claros y azules como el mar.

-Perdóneme caballero... -Susurró con una voz dulce en comparación con su aspecto el vagabundo.
-No, no se disculpe usted, no es culpa suya, ando cansado y descentrado y me tropecé sin querer. -Insistió aquel hombre. La verdad esta que se le notaba en el rostro el cansancio de las horas de trabajo durante toda la noche del sábado, aparte de que la corbata la llevaba algo desahogada.
-Perdone ahora mi intromisión, pero, ¿esta usted bien?. -Preguntó aquel vagabundo.
-Esto... Supongo. -Respondió sin pensar aquel hombre que andaba con prisas.
-Pues que tenga usted un buen día, de hoy en día uno tira una moneda al aire y la suerte le brinda lo que no desea. -Dijo de golpe mientras andaba por la calle aquel extraño vagabundo. Y así siguió su día hasta que de golpe se cruzó con un grupo de niños que tendrían una edad aproximada, cada uno de ellos, de unos doce años.
-Señor, Señor de los Locos, ¿tiene algo para nosotros hoy?. -Dijeron los chiquillos.
Aquel vagabundo negó con su cabeza y se sentó cabizbajo con la espalda contra una pared de la calle, rodeado por aquellos chicos que a pesar de estar ya atereciendo seguían en la calle.
¿Quién es aquel vagabundo llamado "Señor de los Locos"?. ¿Y qué es lo que aquellos chicos querían de él?.
No se sabe nada aun, pero esto parece el comienzo de una historia que jamás fue contada.